“No puedo más, papi”: el llamado por smartwatch entre un preso y su hija tras el allanamiento a una banda narco en Rosario


La presencia del narcotráfico en el entramado social de Rosario puede resultar un estado de cosas, aunque suelen escapar al carácter público los detalles de la cotidianeidad de operar por fuera de la ley. Pero en las últimas horas y en esa ciudad de Santa Fe, trascendieron audios reveladores provenientes de escuchas telefónicas a distintos actores del narcotráfico y narcomenudeo de la zona. Por ejemplo, la escucha de una llamada entre un preso por narcotráfico y su hija menor de edad, a quien ordena que fraccionara y entregara droga mientras también debe cuidar a un hermano más chico. “No puedo más, papi. Me dejaron sola”.
El contexto inmediato es el juicio contra Jésica “La Fea” González por narcomenudeo. Entre el miércoles y el viernes se llevaron a cabo las audiencias imputativas en las que se intentó, mediante la presentación de material probatorio, demostrar la responsabilidad de González, que está en prisión, en el liderazgo de una red de narcomenudeo en los barrios Godoy y Santa Clara, en el oeste de Rosario. Durante tales audiencias la fiscal Paula Barros reprodujo escuchas de uno de los supuestos miembros de esa estructura liderada por “La Fea” quien habla con su hija.
El imputado se encuentra en prisión y, mediante un smartwatch digital, llamó desde su celda a su hija de 16 años, quien estaba en su casa. El reloj en cuestión fue secuestrado al preso durante una requisa el sábado 6 de diciembre pero para ese entonces la secuencia ya había ocurrido. Ese mismo sábado Gendarmería, por instrucción de la fiscal Barros, allanó el domicilio del imputado, en el que se encontraban sus dos hijos, una adolescente de 16 años y un nene de 9. Ambos estaban bajo la guarda de su madre, esposa del imputado, y un hermano de ella. El operativo era para capturarlos a ellos dos.
Sin embargo, quien atendió esa primera llamada desde el smartwatch del preso fue la madre de este, que le aseguró que habían arrastrado a su nuera; es decir, pareja del preso y madre de ambos hijos de este. Por tal motivo, agregó, ella había quedado a la guarda de ambos niños, para evitar que quedaran bajo la órbita del área judicial de la Secretaría de los Derechos de la Niñez. “Decí que la (nombre de la niña) tiró a la casa de los vecinos una bolsa con una banda de plata y droga. Ahora están esperando para recuperarla“, se escucha decir a la mujer para advertir a su hijo.
“Algo tenía. No mucho, pero tenía algo”, aseguraba, en cambio, respecto de su nuera, a quien las autoridades encontraron con una carga de drogas en posesión. Horas más tarde, a las 13.43 de ese mismo sábado 6 de diciembre, el detenido usó nuevamente su smartwatch para llamar a su hija de 16 años, que había quedado como única responsable de su hermano de nueve años. “No puedo papi, no puedo más. Me dejaron sola”, implora la adolescente a su padre.
“¿Con cuánto los agarraron?”, se escucha preguntar al padre, del otro lado de la línea. “Se ve que mami había sacado un pedazo porque yo alcancé a tirar todo. Se ve que mami se había guardado un pedazo (de un ladrillo de cocaína) que quedó en la pieza de ella. Le hice una carta a mami, y ahora le voy a llevar para comer (a la cárcel)”, contesta la hija. “¿Y dónde quedó eso? ¿Dónde está eso?”, vuelve a inquirir el padre.
Pero la hija llora y asegura a su padre que sabe el lugar en que arrojó la bolsa con la droga. Y luego le asegura que está junto con su hermano menor, a quien había bañado recientemente y a quien estaba intentando alimentar en ese momento. “No duermo desde ayer. No tengo fuerza”, asevera en la conversación. El teléfono mediante el cual se comunicaba con su padre no fue requisado debido a que ella lo había escondido, según cuenta a su padre, en una pata de la mesa plástica de su casa.
Detrás, su hermano de nueve años solloza detrás, de fondo en la línea, debido a que extraña a su madre. Su padre, en lugar de consolarlo, le devuelve una reprimenda: “¿Viste que te digo que la tenés que cuidar, gil”. Su hijo contesta esa afrenta con un “Te espero”.
Los investigadores conectaron esa conversación telefónica y su temática con otra anterior que se remonta al miércoles 12 de noviembre, cuando en otra conversación que fue monitoreada la madre del nene le pide a su pareja y padre del niño (que cumple condena en prisión) que lo rete porque le había contado a su abuela que su mamá y su hermana “arman bolsitas de droga en la mesa de casa”.
Las escuchas se enmarcan, como se mencionó, en la causa que investiga la organización liderada por Jésica “La Fea” González. Según la fiscal Barros, debajo de Gonzáles se encontraban y respondían de modo directo a ella Nahuel “Moscato” Andino, Brenda Andino, Estela del Carmen Carrizo, Arturo Maximiliano Velázquez y Andrés Khalil Sánchez. A su vez, durante las audiencias de esta última semana, la fiscal elevó ante la jueza Eleonora Verón las imputaciones por narcomenudeo a Emanuel Ayala, su pareja Cintia Lorena Serrano, Cristian Sebastián Alegre, Lautaro Mateo Báez, Ángela Isolina Micle, Ariel Germán Micle, Luciano Ezequiel Caraballo y Juan David Pérez Jaramillo.
Alegre, Báez y los Micle estuvieron a cargo de un búnker; Pérez Jaramillo, Caraballo y Serrano tenían el rol de fraccionar cocaína posteriormente distribuida para la venta; mientras que Ayala daba órdenes respecto quiénes debían comunicarse con quién y a quién entregarle el material estupefaciente dentro del organigrama. A Pérez Jaramillo, además, se le sindicó haber participado del asesinato, en marzo, de Esteban González, primo de Ariel Máximo “El Pájaro” Cantero (líder de Los Monos).
Fuente: www.clarin.com



